Por Juan Tomás Valenzuela
Lo que ahora está en la mirilla
es el canódromo “El Coco”,
vendido por algún loco
al señor Carlos Bonilla.
La cesión por ventanilla,
conforme se ha investigado,
no fue hecha en el pasado
cuando mandaba el ungido,
sino que fue concedido
por los nuevos encargados.
Yo no digo que esta venta
tenga ribetes dudosos,
más resulta sospechoso,
sobre quien recae la renta.
Y es que la gente comenta
de porqué este funcionario,
si ya era compromisario
del proyecto Abinader,
debía venir a joder
con este hecho inmobiliario.
Dicen que a los funcionarios
se les veta hacer negocios,
aún sea en condición de socios,
con los bienes del erario.
Recuerden que a los Templarios,
fue por tratar con el rey,
que le hicién el guararey
que terminó con sus vidas,
así que es causa perdida
negociar desde el poder.
No me voy a prejuiciar
con el ministro Bonilla,
pero hay una comidilla
que se debe contestar.
Si al comprar él no hizo mal,
que explique su procedes,
porque Luis Abinader
no necesita más ruido,
que el que ha causado el ungido,
sus hermanos y mujer.
Juan de los Palotes
8 diciembre 2022